martes, 11 de diciembre de 2012

"Trabajaré más duro"

Creo que ha llegado la hora de reflexionar sobre el trabajo, ya que entre los temas de debate político y social (siendo la separación gramatical una cuestión de cortesía para con la sociedad, en la polis siempre estamos) éste ocupa hoy un puesto principal.

Me cuesta moverme en el discurso tendencialmente teológico que últimamente manejan en los medios a este respecto. Y es que entre las nuevas "fes" disfrazadas ha resurgido una cuyo carácter es especialmente perverso: la religión del trabajo. Una de las cosas en las que todos coincidimos es que unos de los mayores problemas de la crisis es el paro. Tener trabajo parece un privilegio, e incluso se habla de los ingratos que se quejan "a pesar de" tener trabajo. Y es que hoy, lo de que el trabajo dignifica se ha tomado al pie de la letra. Tanto es así, que el que no trabaja siente una humillación por no formar parte de la masa purificada que trabaja. Sí, sí, déjense de protestas que lo que hay que hacer es "trabajar para levantar el país". Ese trabajador cuya resignación recuerda a la del caballo Boxer en rebelión en la granja. "Trabajaré más duro", decía cuando no terminaba con la tarea interminable que se le asignaba. Un trabajador ideal, pero, ¿ideal de quién?. Ideal del que se beneficia del trabajo de los demás que mayoritariamente es aquel superior para el que se trabaja. ¿Recordais que final tuvo aquel hacendoso caballo?
Afortunadamente, en otros casos el beneficio se recoge en el común de la sociedad, cuyo ejemplo paradigmático es (o era) la universidad, la producción científica y literaria. Y, por supuesto, el pensamiento, si es que hoy puede decirse sin que Wert se te aparezca con una Biblia, que será la alternativa a la ética próximamente. Este último beneficio es social y no económico, de ahí el acorralamiento constante que sufre el conocimiento.

Una vez predicado el credo del trabajo por el trabajo quiero reivindicar dos cosas que creía ya sabidas, (equivocadamente, como de costumbre):

1. El problema del paro, la tragedia que supone, es que la gente no tiene un medio con el que ganarse la vida, es decir, subsistir y cubrir sus necesidades materiales. Auténticas necesidades sin las cuales la realización de cualquier proyecto de vida se hace imposible. En otras palabras: por no tener un salario, no pueden vivir.  El trabajo por el trabajo es una absoluta falacia.

2. Consecuentemente, se trabaja para vivir y no al revés. Es preferible y deseable que uno pueda convertir su vocación en un oficio, pero esto no le quita el carácter de trabajo. Vivir es lo primero.

Y es que asisto con espanto a la constante monserga de que la gente "no quiere trabajar" o "no se esfuerza" o, en el lado opuesto "es un gran trabajador, echa 12 horas en el trabajo". Este tipo de valoración es mezquina y promueve un discurso muy conveniente a un cierto sistema en decadencia cuyos efectos estamos sufriendo: el liberalismo económico o capitalismo actual. Resulta que ante la crisis, el trabajo se sacraliza. Y debes estar  agradecido si trabajas, aunque tus condiciones sean precarias, aunque no tengas seguro ni perspectivas de futuro, aunque estés pendiente de las decisiones caprichosas de los jefes de turno, aunque dediques tanto tiempo a ello que te dejes la existencia en ello, aunque te pierdas la vida, aunque te pierdas a ti mismo. Si trabajar es un lujo, ser esclavo es un lujo. Porque ya, la condiciones no importan, "estamos tan mal, que no hay otro remedio", es una emergencia, es una situación desesperada, no hay tiempo para los derechos... Se declara el estado de alarma, preocupación y depresión y se aprovecha esta debilidad para despojar a la sociedad de aquello por lo que tanto ha costado luchar: los derechos laborales y sociales. Se nos olvida que los beneficios que una sociedad necesita no son sólo económicos sino también sociales.

La defensa fanática del trabajo condena una verdad que hipócritamente se oculta: de ser posible, nadie trabajaría. Todo el mundo preferiría no depender de un trabajo para poder vivir. Al mismo tiempo, todo el mundo quiere vivir, obviamente. Estoy convencida de que de darse tal situación utópica, no dejaría de haber ciencias, humanidades y creatividad a las más variadas formas. Se daría la actividad, intercambio y movimientos propios de la sociedad, de la inquietud humanas.

Cada vez que el político de turno suelta que hay que reducir la prestación por desempleo (vaya jerga) por que si no la gente se acomoda, no hace nada o no se esfuerza, está insultando con una gravedad inadmisible. En sus palabras está la carga del pecado e implica que "con lo mal que estais, deberías estar haciendo lo que sea, cualquier cosa con tal de ganar algo de dinero". Te están diciendo que te sometas a lo que sea, te están diciendo que tu vida, a diferencia de la suya, tiene un precio.
Queremos vivir y ellos tienen en su poder nuestras posibilidades. Sí, las mismas por encima de las que vivíamos antes.

Nos lo dicen a la cara: admitidlo de una vez, volveis a ser nuestros esclavos.






2 comentarios:

  1. Es hora de que la gente abra los ojos a la realidad que nos rodea.
    Gracias hormiga.

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  2. Para tener un bien estar social necesitamos una economía decente y como mínimo unos políticos decentes.
    El ejemplo del caballo Boxer ha sido genial.
    Me pregunto por el paradero de la inteligencia.
    Voy a ser optimista al final utilizarán para un buen fin la inteligencia ya que nos necesitan vivos y contentos.De lo contrario terminaremos como el pobre caballo Boxer.

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